La práctica y, sobre todo, la expresión de la fe cristiana que vemos en nuestros días coincide
muy poco con la fe que Dios nos presenta. Algo tan sencillo y que desde su inicio ha permanecido
invariable, con el paso del tiempo lo han convertido en una cuestión que requiere de cualidades
superiores, limitando su acceso de tal manera, que a muy pocos les interesa la fe.