Sofía llegó angustiada temiendo que algo le hubiese pasado a la niña. La veía desgastada, cansada, ojerosa. Intenté decirle de la sombra, pero no me atreví. Sofía llegó por el sonido de mi caída, pero aquella situación quedó en nada. A los minutos salí de casa para ver a Daniela con su madre y la mía. Las tres me observaron de manera despectiva. Cuando intercambié miradas con Daniela fue la señal. Sentí un fuerte dolor de cabeza, como si una prensa me la estuviera por hacer estallar. Creí que era por la envidia de Daniela, pero luego descubrí
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